jueves, 21 de agosto de 2008

BIg Fish ¿Quién es en realidad este extraño al que llamo padre?



Big Fish es una de esas peliculas que durante mucho tiempo tenia ganas de ver, cuando se estreno no pude asistir a los cines y de un tiempo a la fecha las copias que me llegaban por alguna razon no alcanzaba a verlas; Esta mañana, escuche en un programa de radio acerca de las obras de Tim Burton entre otras el joven manos de tijera, el cadaver de la novia y el gran pez; esta pelicula fue una de las favoritas por el publico y tambien para mi es una de mis favoritas del autor.

La he visto por lo menos tres veces en el presente año y es una joya verderamente y es que, es maravilloso, la forma en que nos plantea la historia la vida es una aventura.

Si el refugio de un niño no suelen ser los amigos; si sus héroes no son los invencibles arquetipos; si comparte sus juegos infantiles con personajes que los demás calificaríamos salidos de la tiniebla o el espanto, no nos sorprenda que más tarde, encuentre aburrido dibujar personajes para la Disney y decida irse buscando su propia senda en historias más oscuras, encarnadas de hombres murciélago, reyes calabaza o simios apocalípticos. No nos extrañe que al paso de los años, su mismo estilo de penumbra cinematográfica, pueda llamarse Burtonesco.

A su pesar o no, Tim Burton ha sido calificado como un director oscuro, y es que se ha ganado a golpes de sombra el calificativo. Ahora llega con una propuesta que aún cuando es distinta de su tenebrosa trayectoria, no deja de tener su toque, su magia.

El Gran Pez se origina en la novela homónima de Daniel Wallace, que John August adaptara al cine; después de pasar momentáneamente por las manos del Midas Spielberg, fue a parar a los dedos largos como tijeras del visionario Burton. Allí, el argumento de Wallace se convirtió en un diamante visual, tallado en sus aristas con deliciosas imágenes de un enano propietario de circo (Danny De Vito), un poeta que cambia los versos por pistolas (Steve Buscemi), un gigante que descubre que no es demasiado grande, sino que el mundo es diminutamente pequeño (Matthew McGrory) y una bruja que predice la muerte en su tuerta mirada (Helena Bonham-Carter).

Pero hablar de las imágenes en la filmografía de Burton sería superficial y redundante. De hecho, son sólo la piel de esta producción; claro, una piel de realismo mágico, si se me permite el término literario aplicado al buen Gabo, o para los más “freaks”, ficción especulativa. Pero más allá de esa epidermis, habría que mirar el alma de la cinta, donde la verdad cobra forma a través de los ojos de la mentira.

Will Bloom es un periodista que se encuentra casado con una bella mujer francesa. Desde hace tres años vive alejado de Edward Bloom, su padre; la razón es muy simple y compleja a la vez. Will está harto de la figura protagónica paternal, a quien desde siempre le ha fascinado contar historias fantásticas, que narra como si en verdad las hubiera vivido...¿O lo hizo realmente?

Cuando Edward cae en cama, prácticamente moribundo, Sandra, su esposa, decide llamar a Will para que visite a su padre y se reconcilien. Will accede y viaja junto con su esposa, para limar, “si es que es posible,” las asperezas de su relación. Su verdadera intención en el fondo, es exigirle a su padre, separar la ficción de la realidad, para así poder conocer realmente al hombre y dejar a un lado el mito. La premisa fundamental es interesantísima, pues surge inevitable una pregunta: ¿Cualquiera de nosotros podría hacerlo?, ¿No son acaso nuestras propias percepciones de la realidad nuestros mitos más íntimos?

Volar a través de las historias fantásticas que subyacen en la mente de Edward y un presupuesto de 70 millones de billetes verdes, le coloca a Burton la masa para hornear un tremendo banquete visual: Pueblos fantasma de verdes y apacibles calles, licántropos negociantes, brujas accesibles, tormentas que inundan carreteras y peces mujer que sólo pueden ser atrapadas bajo la dorada promesa del compromiso, tejen esta encantadora narración; en este último contexto, la cinta es también una delicada comprensión del significado del amor de una sola vez y para siempre.

En una dimensión más amplia y personal, Burton explora la problemática padre-hijo y el aspecto legendario en la vida de cada hombre. Al iniciar la realización, el afamado director acababa de padecer en carne y espíritu la pérdida de su propio progenitor, con quien se dice, no guardaba una estrecha relación, lo que provoca, inevitablemente que se identifique en forma plena con la producción y pueda plasmar la decepción de un hijo frente a una figura paterna prácticamente desconocida. Su historia, como la de muchos, incluyendo al mismo Will de la cinta, no es resultado de buenas alquimias. Distinto de Burton, a Will la vida le da la oportunidad de conciliar sus diferencias, casi como requisito indispensable para enfrentar ahora su inminente rol como padre, al haber sido bendecido con el embarazo de su mujer.

La pregunta que Wallace plantea en su libro es muy cierta, y le cae a Burton como cabeza al jinete. ¿Quién es en realidad este extraño al que llamo padre?, ¿Cuál es su verdadera historia? La respuesta puede alterar nuestra concepción misma de verdad, esclareciendo que la realidad para cada hombre depende de su percepción personal y no del mundo burdo y tangiblemente soso que le envuelve. En ocasiones nuestras falacias más grandes suelen ser nuestras verdades más profundas.

La cinta es un bestiario fantástico que se bambolea siempre entre el mito y lo real, llegando a resultar por momentos, sofocante a la mirada. Sin embargo, dentro de esta lluvia de poesía visual, un defecto salta a la vista: ubicada en la Alabama de los años 50´s, la película exagera su espíritu yanqui al mostrar a los EUA como la tierra de la oportunidad, donde un hombre puede lograr el sueño americano mientras no confine sus expectativas a un estanque pequeño. En este afán de virtud patriotera, Big Fish comete su pecado, al no visualizar gente de raza negra en la producción, (salvo el médico de cabecera), en un tiempo en que los problemas raciales abrieron heridas muy profundas en las tierras del sur.

No obstante, la producción resulta maravillosa y conceptualmente exuberante en su carácter simbólico, convirtiéndose en una propuesta ubérrima e inteligente para un Hollywood acostumbrado cada vez más a realizar cine de escasa mentalidad.

El final es bellísimo en su lenguaje sígnico y nos enseña, como decía el buen Sócrates, que después de una vida tan vasta de experiencias, lo único que nos faltaría experimentar es el morir; después de todo, la muerte debe ser como zambullirse en el río tibio que nos conduzca nuevamente al lugar de donde hemos venido.

Hasta aquí este viaje mítico,
que recuerda en las olas de lo mundano
la increíble fantasía
de haber tenido un padre
maravillosamente real

fuente Luis

ficha tecnica http://www.imdb.com/title/tt0319061/

pagina oficial http://www.sonypictures.com/homevideo/bigfish/index.html

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