jueves, 19 de febrero de 2009

SÓLO UN SUEÑO (REVOLUTIONARY ROAD)


SÓLO UN SUEÑO (REVOLUTIONARY ROAD)
Luis García Orso

Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, la pareja idealizada en la empalagosa y triunfadora historia del Titanic, vuelve a reunirse once años después, ahora como un matrimonio común norteamericano de 1955 que pretende sacar adelante sus ilusiones y sólo conseguirá exhibir sus más amargas frustraciones y sucumbir a otro naufragio, mucho más real y sin la menor pizca de sensiblería tramposa. Sólo la frustración que genera una sociedad –y así toda familia y toda persona- cimentada en el egoísmo y en la vacuidad.

Frank y April Wheeler se conocen poco después de terminar la Segunda Guerra Mundial, se enamoran a la primera y se casan. Guapos, jóvenes y con talento, se diría que componen el matrimonio perfecto. Son “gente especial” que se merece una linda casa en Revolutionary Road, no en las calles para gente común y corriente. Pero diez años después, y a pesar de que tienen dos hijos preciosos, su relación se ha anquilosado y se viene abajo. Ella ha conocido el fracaso de su carrera como actriz, y quedarse sólo en el hogar no la hace feliz; él tiene un trabajo gris de oficinista en el piso 15, con pocos alicientes, imitación de los veinte años que su padre trabajó en la misma empresa. La felicidad perfecta que debía embargarles, el sueño americano hecho realidad, no existe. ¿Qué hacer para volver a ilusionarse?

Adaptación de la novela homónima de Richard Yates, profesor universitario y guionista en Hollywood en los 60, Revolutionary Road se trató de filmar en aquella época y nadie se atrevió a producirla: les confrontaba y agredía demasiado. Se trata de una crónica del desamor, una mirada tremendamente pesimista a los Estados Unidos de los años 50 – pero que sigue tan actual- donde tras la fachada de una vida ideal se ocultan la frustración, el vacío, la desesperación paralizante. Historia desoladora en que unos personajes ahogados en la rutina y en su egoísmo no saben amar ni evolucionar hacia ninguna parte, como reflejo y protagonistas de una sociedad occidental enferma, que seduce con el engaño de la comodidad y la prosperidad, y deja en la infelicidad y en un “vacío desesperanzado”. Paradójicamente, un joven enfermo mental se convierte en el profeta que de pronto aparece para sacar a luz la verdad de lo que se vive.

Sam Mendes toma un guión perfecto y dirige con maestría una tragedia sin dejar espacio a la catarsis y a la complacencia, dejando que los personajes evolucionen desde su realidad y con todas sus amargas consecuencias. La temática nos conecta con la mejor tradición dramática de ¿Quién teme a Virginia Woolf? (Mike Nichols, 1966), Gente como uno (Ordinary People, Robert Redford, 1980), y Belleza Americana (Sam Mendes, 1999). Leonardo DiCaprio y Kate Winslet dan su mejor actuación hasta ahora, y la narrativa luce además con una acertada iluminación de colores pastel deslavados y con la sobria música de Newman.



En el espléndido final de la historia, cuando nuevamente la simbólica mujer vendedora de apariencias dice que ha encontrado al mejor matrimonio de “gente bonita y triunfadora” para habitar una casa en Revolutionary Road, ya sabemos –tristemente- que es tiempo de apagar el sonido y dejar que la mujer siga hablando sola. Al cabo, todo es sólo un sueño… tan amargo como mentiroso.

Luis García Orso
México, Febrero16 de 2009

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