sábado, 7 de agosto de 2010

la Vita e Bella en Ajijic.

Una tarde de viernes generalmente es pesada, el cierre de la semana e intentar concluir los asuntos, más el cansancio acumulado, particularmente esta semana por muchas emociones que sucedieron, fueron las condiciones iniciales para decidir tomar un respiro; ya pasadas las cinco de la tarde, circulaba por el sur de la ciudad y de pronto me vi inmerso en un congestionamiento vial en el periférico, la gran avenida que intenta circular esta ciudad, los autos avanzaban lentos y el retorno a mis barrios quedaba justo entre dos vías: a Guadalajara por Av. González Gallo o carretera a Chapala y pasear un rato, decidí la opción de darme una vuelta por Chapala y Ajijic, pueblos rivereños; casi siempre que voy termino visitando los mismos lugares de los últimos diez o veinte años, esta vez tenía tiempo, me dispuse a explorar y buscar lo nuevo en el pequeño pueblo rivereño.

En Ajijic las angostas y empedradas calles son un deleite, especialmente en esta temporada de lluvias, entre las piedras la naturaleza resurge, señal de tierra fértil y abundante agua; la vegetación de las casonas sobresale las bardas e invita a imaginar los jardines privados de muchas de ellas, todo en el pueblo está dispuesto para disfrutar con todos los sentidos, nuevos y grandes pinturas murales decoran muchas bardas, solo hay que dejarse llevar por las callecitas para encontrarlos o de pronto entradas a jardines preciosos en el centro de las manzanas que actualmente funcionan como restaurantes; Ajijic tiene fama de tener el mejor clima del mundo, su temperatura es muy pareja todo el año rondando los 24º grados C.. El malecón fue renovado reciente mente y quedo muy bonito, limpio, amplio, moderno, hay muchas bancas para disfrutar del lago, desde este punto se puede contemplar la grandeza de la laguna, hacia el oriente no es posible ver el final, hacia el poniente el fondo se pierde entre la montañas y lomas que bordean el lago, al frente es decir al sur, se ven claramente las montañas y ya por larde noche la luces de algunos pueblos rivereños, desde el malecón todo es calma y frescura las fincas de verano que colindan con esta parte son ostentosas, amplias y de bellos jardines mucha gente aprovecha el nuevo malecón para pasar la tarde ya sea en familia o con la caña de pescar.

Así a paso lento y sin prisas recorrí algunas de sus callecitas conocí varios lugares nuevos; buscando un rincón donde tomar una taza de café y leer los periódicos encontré un pequeño cafecito a media cuadra del muelle, un lugar pequeñito cuyo nombre no recuerdo, acogedor, dispuesto en la entrada de una casona ocupa un pequeñito salón decorado con objetos rescatados de la casa de los abuelos sillones cómodos, tres o cuatro; espacios con mesitas y un diminuto patio lleno de hermosas plantas y dos sombrillas, el aromático café recién hecho y los pasteles invitan a quedarse en el lugar, en fin, el café es fantástico, la atención de la dueña es cálida y te hace sentir estar en tu casa.

Después de leer los periódicos y caminar por algunas calles decidí regresar por mi auto y emprender el retorno a Guadalajara, recorrí algunas callecitas del pueblo para seguir disfrutando del paisaje, tome la carretera rumbo a Jocotepec bordeando la laguna y de pronto justo en la entrada a los balnearios de San Juan Cósala vi los anuncios al Spa Monte Coxala, no lo pensé mucho, al fin no llevaba prisa y decidí entrar a conocer el famoso y exclusivo Spa de moda; para llegar al Spa hay que tomar una inclinada calle empedrada que sube a la montaña poco a poco al ir subiendo las vistas de la laguna se vuelven imponentes, a mitad de camino hay una caseta de vigilancia que parece más una caseta de cortesía, en el trayecto encontré un par de señoras subiendo por la empedrada calle con bolsas visiblemente pesadas, les ofrecí llevarlas y alegres con sonrisas que no cabían en su rostro, subieron a la caja de la camioneta con sorprendente agilidad.

Al llegar a la caseta “de cortesía” me registre y me indicaron la ruta al Spa “suba tres cuadras y vuelta a la derecha” dijo el vigilante, las señoras bajaron de la camioneta, no sin antes regalarme ambles sonrisas de agradecimiento por el esfuerzo que le evite.

Continúe mi camino siguiendo las instrucciones del vigilante, a mi paso veía suntuosas residencias aparentemente solas, algunas con letreros “en venta” o “en renta”, di vuelta en la calle indicada y empecé a encontrar un par de restaurantes en lo que fueron fincas de veraneo, continúe mi camino por la empedrada calle con subidas y bajadas; al final la entrada al Spa, un vigilante se acerco y me comentó que solo se permite la entrada con reservación a lo que amablemente me ofreció un tríptico con publicidad y datos del lugar no sin antes ofrecer una amable disculpa por la política del establecimiento, decepcionado por no poder entrar regrese por la misma ruta, a mi lado izquierdo quedaba esta vez la laguna y con la atura alcanzada se pueden apreciar las más espectaculares vistas del vaso lacustre más grande de México, el empedrado obliga a circular con baja velocidad y a mitad de camino vi la entrada al restaurante “La Vita Bella” discreto letrero indica el acceso a lo que fue una finca particular de verano, un sendero de piedras señala el camino a la casona-restaurante, está por iniciar el mejor espectáculo que la tarde me tenía preparado.

Estacione mi camioneta, tome un libro y un par de revistas, cigarros y demás tiliches para pasar un rato de calma y me acerque a la casona, jardines muy bien cuidados árboles y plantas decoran un espacio muy grande entre el estacionamiento y la casona, algo similar a una cancha de futbol, al llegar me dio la impresión de invadir una fiesta particular, el estilo de la finca da la impresión de haber sido concebido como una casa de campo privada, tras la puerta principal se abre un espacio amplio con algunas mesas, todas elegantemente decoradas, dispuestas en el salón, el mismo que está dividido en dos aéreas, al fondo en lo que sería la sala, un grupo de músicos interpretan música celta con violines, percusiones y una guitara acústica, la luz es tenue, las mesas no más de ocho ocupan el espacio, decoradas con velas todo es paz, la atmosfera es relajada e intima, del otro lado del salón se abre una puerta-ventana al mirador más bello que he conocido en la rivera de la laguna

Tras el umbral de la puerta ventana se puede apreciar el espectáculo natural más bello que jamás me hubiera esperado contemplar cuatro horas antes, la gigantesca laguna a quedado a nuestros pies, en este momento, estamos a por lo menos a doscientos metros sobre el nivel del lago, los jardines de la finca son bellos pero en este momento lo mejor es la espectacular vista que se nos ofrece desde la montaña; elegí una pequeña mesa bajo una palma a un lado de la puerta ventana, desde este punto podía disfrutar de la vista al lago, a la finca, los músicos, escuchar sus notas y percibir los aromas que de la cocina salen y estimulan el apetito, pedí un café más que nada pretendiendo unos minutos de tiempo para asimilar el espacio y el momento; al poco tiempo pedí el menú, una nueva sorpresa, no hay menú permanente, los platillos se preparan en función de lo que el chef encuentra en las mañanas cuando acostumbra visitar el mercado, por tanto, todo se hace al momento y los platillos no se repiten día a día entre la oferta ordene me prepararan una ensalada Caprece y una copa de vino de la casa, a los pocos minutos veo salir a la ayudante de cocina; busca entre las plantas y rápido corta dos ramitos de hojas verdes; albahaca y cilantro, ingredientes fundamentales de una típica ensalada Caprece momentos después aparece el mesero con mi platillo, se ve suculento, las rodajas de jitomate entre caladas con vastas rebanadas de queso mozzarella fresco y bañadas de aceite de oliva y hojas de albahaca y orégano al tiempo que sirve el vino en una elegante copa de cristal un poco de vino tinto.

La tarde va cayendo, los últimos rayos del sol se ocultan, diferentes tonos de rojo y rosado se van apareciendo hacia el poniente y poco a poco aparecen las luces de los pueblos a la orilla del lago, dibujando el contorno e indicando que es hora de retirarse, en este momento doy gracias por haber decidido darme una vuelta por Chapala y Ajijic.

1 comentario:

CM dijo...

Me encantó la crónica, casi pude deleitar el café, imaginarme el spa y saborear la deliciosa comida.
Una excelente foto a través de las palabras.