viernes, 17 de julio de 2009

Allá Tú....que descances en Paz

Álvaro González de Mendoza / Locutor

Cosa de vocación

Comenzó en Radio Universidad en 1974. Es una voz calificada, por eso señala que carece de paciencia respecto a muchos locutores de hoy en día por su mal manejo del idioma. Su amor por la filología lo lleva a decir:


“¿qué dices cuando dices lo que dices?”

viernes 12/06/2009 - 10:35

Hay gente que pelea toda su vida por encajar en un lugar; Álvaro González de Mendoza, no es una de esas personas. Un aventurero del idioma, Álvaro fue el primer locutor en ofrecer sus palabras en Radio Universidad –que recientemente cumplió 35 años. “Los demás locutores me llaman un intelectualoide pedante” dice “mientras que los intelectuales se refieren a mí como un locutor engreído”. Álvaro no tiene problemas al respecto.

Definir a este tapatío sólo como un locutor sería un error. Su tarjeta de presentación, por ejemplo, contiene más de siete oficios que dice desempeñar, entre ellos, hablador, redactor y verbotraficante. “Compro, cambio, vendo, me robo palabras” explica respecto a esta última.

Su amor por la comunicación la tiene desde chico, y su mayor pasión, siempre fue la Doña Radio. Arrancó el primero de dos periodos en Radio Universidad en 1974. De la misma manera que hoy en día escuchamos “limpieza étnica” y sabemos que significa “genocidio masivo”, Álvaro comenzó como locutor en un periodo en que decir las cosas muy directo no era una posibilidad. Por eso “atonía” era el eufemismo del momento cuando se hablaba del estado económico del país en tiempos de Echeverría.

“Creo mucho en la vocación. Cuando la asumes plenamente, te lleva por rumbos insospechados”, dice. Para Álvaro, una lectura de El Sol de México lo llevó a vivir seis años en Londres y trabajar en la sección lationamericana de la BBC. Entre los recuerdos que más atesora, se encuentra las horas de lectura en la biblioteca del Museo Británico, donde los lectores se peleaban la banca número 47, donde algún día se sentó Carlos Marx. Pasaba el día leyendo panfletos mexicanos que en su momento se vendieron por tonelada, guarda las solicitudes de préstamo de aquellos panfletos puesto que dice ser “muy tilichero”, un oficio que por lo pronto no pinta en su tarjeta de presentación.

No se toma muy en serio, al respecto dice: “Me he hecho muy famoso en 35 años, la ventaja es que nadie lo sabe”. Los múltiples reconocimientos que ha recibido en su trayectoria no se encuentran en un estudio ni en su sala sino en el baño, “para que nunca falte papel” explica. Destaca entre los adornos un título que comprueba fehacientemente que no tiene título alguno. Explica que en los ochenta sentía un poco la desnudez de la falta de un título profesional entonces mandó a hacer uno –el cual está perfectamente bien redactado en latín, corregido en su momento por Xavier Gómez Robledo.

Carece de paciencia respecto a muchos locutores de hoy en día por su mal manejo del idioma. Su amor por la filología lo lleva a decir “¿qué dices cuando dices lo que dices?” Un amante de la construcción del idioma, imparte la materia de “Arquitectura del Lenguaje” en el Esarq. “Intento hacer que la gente aprenda a leer y escribir” asegura. También da clases de latín y tiene un alumno; muy pequeño –de trece años– pero muy tenaz.

Con Páginas Adentro y hasta Allá tú, González de Mendoza es parte importante de la historia de la radiodifusión universitaria. Además ha incursionado en la televisión en el ya desaparecido Canal 6 y en el cable. Todos sus programas con el común denominador del juego de palabras y la interacción entre el radioescucha y el locutor.

Fuente: Milenio-Rodrigo Espinosa Marván




Mi amor por Doña Radio

Old radioComienzo con una mala noticia y ello no desentona porque de malas noticias está lleno tu radio. ¿Me equivoco? Pero en este caso puntualizo y digo: comienzo con una mala noticia referida al radio. ¿Cuál es? Una muy sencilla: en radio no hay nada nuevo y si acaso todo son viejas ideas afinadas y puestas a tiempo. Nada nuevo y desde que el radio comenzó a sonar para entre otras cosas ahuyentar el miedo que le tenemos al silencio.

¿No le temes tú al silencio?

Viejas fórmulas actualizadas. Te pongo un caso. Hasta hace no mucho quienes en lejanías sintonizaban una emisora, no tenían otra forma de hacerse presente que mediante el correo; cartas que decían, letra más o menos, un aquí estoy oyendo. Ahora el correo electrónico permite lo mismo; o claves telefónicas de bajo costo que han hecho al correo tradicional caer en el olvido. La vieja fórmula se actualizó para agilizar respuestas a una programación hecha también de voces y sonidos consonantes con la fugaz modernidad. Nada nuevo en radio sino renovados intentos de pescar tus orejas con arte y mañas –artimañas-, fundadas en la intención de sonarte bien y que de nuevo poco tienen.

Todo eso sirve para enmarcar un intento. ¿Cuánto hace que no escribes una carta de amor? O dicho en términos actuales: un correo electrónico en tono amatorio. Tú sabrás la respuesta, pero de paso te cuento de mi amigo Sabino a quien en angliasterras conocí haciendo radio y a quien hace años perdí la pista cuando dejé de oírle en Radio Amazonía.

Sabino en el Servicio Brasileño y yo en el latinoamericano, recibíamos las cartas de los oyentes desde muchos rincones del mundo. Un día Sabino tuvo la ocurrencia para motivar al oyente de solicitarle “la carta que nunca enviaste”; y la idea se la tomé yo y la resultante fue –andando en el hertzio-, estrujantemente humana. No te imaginas el tono de las misivas en todo el espectro del odio al amor no solo por seres humanos sino incluso cartas dirigidas a las divinidades biendicientes o maldicientes… ¡La carta que nunca enviaste! Y ahora esa añeja idea renace en carne propia pues me han pedido que escriba un mensaje a alguien a quien nunca le he escrito. ¿A quién? ¿En qué tono?

Comienzo diciendo: Muy amada Doña Radio:

Tú sabes lo mucho que te debo. Tú sabes que me involucré contigo casi casi al momento de cobrar uso de razón pues me acompañabas en mi precario tiempo infantil cuando la fiebre reumática me tiró en cama. Oírte y quedar fascinado por tus encantos fue lo mismo. Amor a primer oído…

No ignoras que poblaste mis sueños de adolescente con tu música, tus voces que lo mismo contaban chistes que chismes; que transmitían noticias y que me permitían estar presente en lugares remotos e ignotos.

Sabes que me tocó presenciar tu divorcio electrónico, cuando el transistor te permitió despegarte de la pared y desprenderte del cable para convertirte en omnipresente. Te divorciaste de la sala de la casa y dejaste tu lugar a la novedad del televisor adoptado como lo que fuiste: centro de convergencia de la atención familiar. Tampoco ignoras que por casualidad fui a dar a esa discreta parte tuya llamada ‘onda corta’ y que entre sonidos de estática me permitía oír lejanías impensables: Europa, Asia, y las llamadas américas. Dueña de mis ensoñaciones ¡las hiciste realidad!

También es asunto íntimo entre tú y yo, esa confesión amatoria dicha con más intuición adolescente que razón madura y en términos de “¡algún día me integraré a tu ser íntimo!” Y mira, o más bien oye, mal que bien lo he logrado. ¡34 años subiendo y bajando de antenas, no son cualquiera cosa! Encantos y desencantos y no digo que por tu culpa –culpa no hay-, sino por mi necio amor a ti convertida en antenas de todo tamaño y poder.

¿Qué eres? Una encantadora dama de compañía en medio de un proceso globalizante donde campea la soledad. ¿Quién eres Doña Radio? Egregia dama menospreciada y subempleada porque se han olvidado de que tu función primaria es encantar. Te han convertido en pregonera vociferante lo que Benavente llamaba “los intereses creados”. Se han olvidado de que puedes, además de ser distribuidora de la supuesta verdad noticiosa, además de remendar almas; se han olvidado que también puedes inspirar. Que además de tener la atención pública entre vacuidades, eso es entre-tener, puedes repletar esa hambre de conocimientos que tenemos los seres humanos; puedes dulce, deliciosa y suavemente, educar.

Durante muchos años he andado contigo mi vieja y atractiva dama de compañía. ¿Puede haber vicios virtuosos? Si los hay, eso eres para mí: un vicio solitario e irremediable.

Gracias Doña Radio por lo mucho que me has dado. Pero tú lo sabes: no ha sido gratis ¡que va! En los líos en los que me has metido, pero amante que en líos no mete, no vale. Como este último lío de escribirte una carta de amor y gratitud. Una carta que nunca se me hubiera ocurrido escribirte; gracias por creer que creo –¡y mucho!-, en ti que con tu magia transformaste todo: desde el funesto arte de la guerra y hasta el maravilloso anhelo de paz que nos persigue a pesar de lo mucho que corremos a diario.

Espero que tus viejas ideas se sigan siempre rejuveneciendo para que suenes bien y que tus usuarios puedan soñar en un mundo mucho mejor.

Táte bien y como les dicen a los pilotos cuando levantan el avión: buen vuelo… Buen vuelo Doña Radio y ojalá llegues a lo mejor del ser humano y puedas transformarlo con tu capacidad inspiratriz.

-Alvargonzalez (el Vallero Solitario)

Esta mañana justo en la radio escuche la noticia acerca de su muerte, para lectores lejanos a la ciudad de Guadalajara no sera muy conocido pero al menos para mi y los habitantes de esta ciudad si era muy conocido; lo llegue a escuchar en muchas ocaciones, hubo un tiempo en que tenia su programa de radio en la estacion de la universidad de Guadalajara a las seis de la mañana, en esa epoca yo acostumbraba caminar en el bosque de los colomos a esa hora casi siempre escuchando sus dicertaciones sobre temas actuales; gran perdida para la cultura jaliciense descance en paz Alvaro Gonzalez de Mendoza


No hay comentarios: