jueves, 26 de marzo de 2009

Café

Cuando niño alguna vez tome clases de pintura recuerdo que una vez pinte una pequeña casita en el campo y me felicitaron por ello y entonces solo pintaba casitas era más fácil seguir recibiendo felicitaciones que arriesgarme a la critica intentando otras cosas; años mas tarde en la secundaria recuerdo que me gustaba las clases que tuvieran que ver con crear imágenes, realice varios trabajos con hilos y clavos que formaban curvas y también fueron bien recibidos por mis maestros el año pasado inicie el taller de los secretos de las obras de arte y en el programa haríamos un par de pinturas al acrílico; el segundo modulo del taller está terminando y esta semana tuvimos oportunidad de tomar nuevamente los pinceles y realizar una obra yo elegí el tema del café, bebida que muchos años he disfrutado en solitario y acompañado, en días fríos y calurosos, en familia y con amigos en los viajes nada me parece más sabroso que sentarme a beber acompañado de un libro y ver pasar gente.

Aun con tantos años de consumidor de café me considero un novato, mas no de lugares para beber café disfruto mucho recorrer las ciudades y encontrar nuevas cafeterías las visito casi de inmediato en que doy con ellas, reconozco el espíritu emprendedor de mucha gente que se lanza a las aguas competidas de un mercado saturado, pero, siempre sorprende con un espacio nuevo que con el tiempo se consolida; algunos lugares sirven café con mezclas tan fuertes que no logro dormir el día que bebo sus mezclas recuerdo el café de los portales de Morelia, Michoacán, cafetería antigua como muebles viejos tazas despostilladas pero que sirven uno de los mejores y más fuertes cafés que he probado en México, café con cuerpo espumoso de sabor fuerte, no más de tres tazas y al hotel a intentar dormir que será en vano, la cafeína estará en el organismo enfrascada en una batalla para espantar el sueño, casi siempre gana.

También recuerdo la pequeña cafetería en Real de Catorce un pequeño lugar con un excelente café administrado por una pareja de suizos que llevan varios años enamorados del viejo pueblo fantasma y que discretamente invaden la angosta banqueta con dos mesitas a la entrada del establecimiento, mesitas que generalmente están ocupadas, el tramite es igual para todos los clientes, primero consumir en el interior de establecimiento cazando el momento en que se desocupa la mesa para tomar posesión de ella y disfrutar del la vista de las empedradas y polvorientas calles del que fuera el segundo real más grande de América.


El café y la pintura dos temas que me han acompañado toda mi vida esta vez intente un pequeño homenaje a ambos


Te ve mi amor T.V. Dante Medina


Dante Medina autor del libro es uno de los personajes de mi infancia, cuando era niño viví en la colonia Moderna de Guadalajara colonia fundada hace poco más de cien años, mi niñez transcurrió en la década de los setentas época de familias numerosas, la gran mayoría de las familias eran de por lo menos siete personas de esa manera conocía uno a muchos jóvenes de diferentes edades, mi familia no era la excepción, aunque mi madre solo tenía dos hijos, su familia que vivía en la misma casa había sido de 15 hermanos Dante era amigo y posteriormente esposo de una muchacha que vivía en una casa que mis abuelos le rentaban a su familia

Cuando empecé a encontrar libros de Dante Medina, siempre me ha gustado comprar alguno, especialmente por haberlo conocido desde mi niñez, el primero de sus textos que leí fue: "solo los viajeros saben que al sur está el verano" libro que escribió durante su estancia en Francia, estudiando letras, en el narra las aventuras de él y su grupo de amigos en algún viaje con destino Grecia interesante libro especialmente por la forma en que resolvían las situaciones de dinero y diversas aventuras.

A principios de este mes tuve oportunidad de escuchar a Dante presentando un libro y tenía a la venta algunas de sus publicaciones; elegí "Te ve mi amor TV" por sus comentarios, ya que con ese libro gano el premio Las Américas que el gobierno cubano le concedió por su obra, un pequeño libro de cuentos cortos, no más de doce todos relacionados con la presencia en la vida de sus personajes de la televisión y sus relaciones amorosas, escrito en lenguaje muy tapatío con constantes referencias a las formas en que los tapatíos (originarios de Guadalajara, México) nos relacionamos, me llamo la atención que el libro fue quizá escrito antes de el auge de internet ya que no encontré ninguna referencia a la web sin embargo sus cuentos cortos son intensos, graciosos, nostálgicos, sorprendentes y divertidos.

Ampliamente recomiendo su lectura especialmente a algún visitante de este blog que se encuentre en España lugar en donde fue publicado el libro.

Enlace libro
www.laislalibros.com/libros/TE-VE-MI-AMOR-TV

fragmento de libro:

TE QUIERO, A MI MANERA
Yo he viajado. Así que he visto cosas. Por eso la invité a mi casa.
Muy cosmopolita ella, tanto como yo. Primero bebimos algo, no,
primero se quitó el abrigo, porque mi casa es pequeña y no cabía
con tanta cosa puesta, y luego me confesó, orgullosa y sentada en el
silloncito que uso desde niño para mis invitadas, que ella no comía
carne, y corrí a la cocina, pasito al paso, a quitar de la lumbre un
estofado, y regresé, moviéndome con precauciones, después de lavar
unas lechugas, dos jitomates, tres champiñones, y de poner en
su sitio el vinagre y el aceite sin que se pelearan por el orden que se
les daría en el platillo.
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miércoles, 25 de marzo de 2009

Barcelona 1908

Barcelona, un paseo en tranvia. Una obra de 1908 que nos muestra la ciudad condal y sus principales calles bajo la dirección de Ricardo Baños.



duración 7:44

Juan Sebastian en Casa Vallarta

How to make a baby

Carina Ricco en Guadalajara





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la gloire de mon pere, recuerdos de infancia



La Gloire de mon pere se proyecto ayer en el cine club de la alianza francesa dentro del ciclo dedicado a escritores franceses.


La historia trata principalmente de las vacaciones de un niño con su familia a principios del siglo pasado en la provincia francesa, una familia de clase media que se va de vacaciones a una casa de campo, es un película sencilla sin situaciones complejas, cuenta pasajes de la historia de una familia y como se fue conformando.

El director invita al espectador a sumergirse en las aguas tranquilas y alegres de la infancia, a recordar los detalles de nuestra infancia nos plantea la visión de un niño como todos alguna vez lo hemos sido y las pequeñas, grandes aventuras y diversiones.

Intentar escribir sobre esta película me lleva a recordar mi vacaciones de la infancia cuando regresaba a Guadalajara durante los meses de julio y agosto a encontrarme con mis tíos: Joaquín y Gustavo, mis tías: Maricruz, Aurora y Gina, Mi abuelita y sus lonches de frijoles riquísimos, con el conejo que estaba en la azotea de la casa y que cada mañana le traían del mercado un manojo de alfalfa que lo devoraba en pocos minutos: el conejo llego a casa de mi abuelita importado del DF en unas vacaciones que regresamos mi hermano y yo, el se lo trajo a mi abuelita por que en México no lo podíamos tener se lo había regalado el conserje de la escuela y para él era como un hijo

Recuerdo del árbol gigantesco que estaba en la banqueta de la casa, era tan grande que se necesitaban de por lo menos cuatro personas para abrazarlo, recuerdo que desde lejos se veía la copa del árbol era el más alto de toda la Colonia Moderna, un eucalipto gigantesco de por lo menos 70 metros de altura al que todo mundo temía que un día en las tormentas del verano lo verían caer aplastando varios autos muchos querían derribarlo por peligroso pero mi abuelita nunca dio permiso el árbol estaba muy cerca del viejo pozo de agua de la casa creo que nunca le falto agua.

Recordé como en el verano de 78 organizamos un torneo de fútbol en la calles de la colonia, con el pretexto del mundial que en esos años se celebro en Argentina; las calles de mi colonia tenían los nombres de diferentes países de esa manera se organizaron las selecciones de España, Suiza, Argentina, Polonia, Alemania, Bélgica y Rayón nombre de una calle que atravesaba la colonia y en la que vivían mucho niños adolecentes; en esos días de verano, de vacaciones largas como le llamábamos a la temporada, de tormentas en las tardes con árboles caídos y calles inundadas conocí algunos de mis mejores amigos de la infancia y de los cuales sigo conservando la amistad

Todo esto y un poco mas son los recuerdos que me provoco la gloire de mon pere película sencilla de rara belleza.






enlace pelicula :www.imdb.com

martes, 24 de marzo de 2009

SIN ALIENTO

Todavía faltaba mucho para completar la escalada de la ladera empinada que nos sacaría del pueblo y nos pondría en el camino al Santuario de las mariposas Monarca, cuando sentí que me faltaba el aliento y la fuerza de las piernas se estaba agotando.

Había aceptado el reto de seguir esa ruta más difícil por amor propio, sin tener un entrenamiento previo, dada mi vida sedentaria. Se trataba de subir por la escarpada cuesta y dejar de lado el largo y sinuoso, pero más asequible camino. En ese momento no había opción de regreso, así que me senté en una piedra para recobrar energías y seguir adelante. Desde ahí se veía la mayoría de las casas de la población que se apiñaban, al parecer, en desorden en la hondonada que partía la montaña en dos.

Angangueo, un viejo pueblo minero, desahuciado por la pobreza de las vetas yacía polvoriento y adormilado. Allá abajo se perfilaba la cúpula de la parroquia, redonda y prominente, que me hacia pensar en el ombligo de la barranca, precisamente al centro. Junto, se alzaban las afiladas torres góticas de la capilla de la Inmaculada, que había sido propiedad privada de los primeros dueños de las minas y habían cedido al pueblo cuando vendieron a una compañía extranjera.


Las dos laderas cubiertas de techos de tejas en una maraña que no permite ver caminos, ni calles que comunicaran entre ellas. El río se escurría contaminado al fondo de la hendidura de la montaña y a ambos lados custodiado por las estrechas carreteras que como dos filos de plata guiaban la entrada y la salida de los turistas que traían un poco de animación al poblado.

Quedaban reliquias de otros tiempos: la estación del ferrocarril desmantelada, Habían desmontado las vías y recogido los rieles, sólo quedaban los sombríos callejones entre los árboles. En las afueras del pueblo donde el terreno se ampliaba hacia el valle, los desperdicios de las minas habían formado niveles sistemáticamente depositados que hacían parecer escalinatas de ruinas de pirámides que nunca existieron.

El aire quieto me acarició las mejillas encendidas por el esfuerzo y reemprendimos la marcha hacia lo alto donde se alzaba la estatua delirante del minero desconocido que alzaba la mano como invitando al trabajo, a la lucha. Por fin llegamos, a la cumbre y el paisaje se abría a lo lejos con toda una gama de azules, los árboles de los montes vecinos llenaban de vida con los distintos follajes y a la distancia se adivinaban otras poblaciones. El aire puro y transparente de la cumbre me inundó los pulmones y me animó a seguir adelante. Habíamos llegado al camino a penas, que conducía al Santuario y habría que recorrer unos tres kilómetros más. De pronto al torcer de una curva apareció un camión de redilas que hacía el servicio al lugar de las mariposas. Sin pensarlo mucho abordamos el vehículo. Me dejé levantar, por los brazos, como un muñeco de trapo. Entonces el cansancio me venció totalmente.


Se abría delante de nosotros un valle muy amplio, del que habían levantado la cosecha de maíz, al fondo del cual los altos árboles oscurecían el horizonte. Dejamos el transporte y a pie nos acercamos al bosque que resguardaba el santuario. Grandes letreros pedían que se acercara uno en silencio para no perturbar el sueño de las bellas durmientes.

De nuevo perdí el aliento pero de sorpresa, de admiración; entrábamos en un mágico palacio de cuyas columnas: los gruesos troncos de los pinos, oyameles y robles, pendían largos y coloridos velos formados por miles y miles de mariposas que se sostenían unas prendidas de las otras. Como ya era más de mediodía el sol caía a plomo sobre el bosque y se colaba por los escasos claros e iluminaba otros cientos de mariposas que revoloteaban acompasadamente y nos hacían imaginar danzas rituales. No podíamos permanecer por mucho tiempo, extasiados contemplando este espectáculo de ensueño porque había decenas de visitantes que hacían fila en las afueras del mágico palacio, esperando para entrar.

Estaba estrictamente prohibido tocar las mariposas, aunque estuvieran muertas para preservarlas del tráfico ilícito por parte de los lugareños. Yo, impresionado por el maravilloso espectáculo que había admirado, me arriesgué a ser amonestado y disimuladamente recogí el cuerpo de una mariposa para conservar como amuleto, el encanto de esta experiencia.




Javier Martínez Rivera
18 de marzo 2008

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viernes, 20 de marzo de 2009

ATRAPADO ENTRE LA FANTASÍA Y LA MEMORIA

Hoy, por la mañana, al levantarme de la cama, me sucedió un hecho que podría considerar surrealista, que me trajo en vilo por todo el día. Entre la imaginación y la memoria me jugaron una mala pasada.


Había estado despierto desde la madrugada y dormitaba a ratos esperando que fuera un poco más tarde para empezar las actividades ordinarias de cada día. Sin esperar a que sonara el despertador a las seis de la mañana, salí de un brinco de entre las sábanas, la cobija la había lanzado lejos durante la noche, pues me calentaba más de lo deseado; y junto conmigo saltaron como por encanto, de entre las sábanas, un par de cartoncitos. Asombrado, los recogí y dejé sobre la mesita de noche. A primera vista parecían dos boletos del transporte metropolitano de la ciudad de México.


Seguí con el rito matutino para ir a la regadera y acabar de despertarme y dejar atrás los humores del sueño. Mientras, pensaba: “boletos del metro, no pueden ser, hace catorce años que viajo sin necesidad de ellos con sólo mostrar la credencial del "INSEN”.


Curioso, me regresé y ayudado por los lentes vi que se trataba del transporte público de París “transports en île-de-France”, que incluye el metro, el autobús y el tren de cercanías. Más creció mi estupor y más intrigado quedé, pues por lo pronto, no recordaba que hubiera estado en París recientemente. Tenía presente el viaje a principios del año ochenta y seis, cuando residía en Madrid y tuve que salir del país para renovar el permiso de estadía y celebrar de paso mi cumpleaños número cincuenta.


Por más que hacía no podía recordar otra cosa y dejé que el agua tibia se resbalara por todo mi cuerpo. Me sentía cansado y veía como se me renovaban las fuerzas y el deseo de empezar un nuevo día. Los dolores en los huesos, los piquetes como choques eléctricos que iban desde el glúteo derecho hasta la pantorrilla y los amagos de calambres me habían despertado repetidas veces durante la noche y me habían dejado molido. .


Me jaboné lentamente, tenía tiempo de sobra, dejé que el agua me acariciara sensualmente, mientras seguía dándole vueltas al asunto de los boletos. Aunque fueran míos me preguntaba cómo llegaron hasta dentro de las sábanas. No podían haber estado en la bolsa de la pijama, la habían lavado la otra semana, y los boletos estaban nuevos como recién sacados de la maquina expendedora.


Me sequé con mimo, me rasuré, me peiné con un poco de gel para que no se revuelva el pelo, es demasiado delgado, ligero y ya bastante ralo. Pasé ligeramente la piedra de alumbre sobre las axilas. A más de alguno le parecerá un poco primitivo, pero es un eficaz desodorante, destruye las bacterias que provocan el mal olor, y a base del cual están hechos los más finos y sofisticados desodoroantes. Mientras me ponía un poco de loción recordé que en casa había varios compañeros que habían vivido en París o habían estado allá recientemente. Ellos me ayudarán a salir de este embrollo.


Salí de mi cuarto después de haber arreglado cuidadosamente la cama. Jamás dejo en desorden mi recámara. Me molesta entrar en un sitio donde hay camas destendidas y ropa sucia regada por todas partes. Me parece de mal gusto y me provoca náuseas.

Fui al comedor para prepararme el desayuno, mientras tomaba una taza de café y leía el periódico llegó Rubén, el más joven de la comunidad, quien vivió hasta hace poco en París. Le comenté el incidente de la levantada. “¿De qué color son los boletos?”, me preguntó con deseo de ayudarme. “Azules, creo. Ahora te los muestro” y salí corriendo a mi cuarto para traerlos. Los vio detenidamente y añadió:”estos no son nuevos, están bien tratados, pero los actuales son blancos desde hace algunos años.”


Por más esfuerzos que hacía no lograba recordar. Para mí, la última vez que estuve en París seguía siendo principios del ochenta y seis. Repasé, con ayuda de Rubén, a otros compañeros que habían viajado a Europa. Héctor fue a Madrid y de ahí a Viena en avión y no pasó por París, Pepe Martín estuvo hace seis meses, pero los boletos ya eran blancos.


Terminé de leer el periódico sin mucho cuidado por estar ocupado con estas divagaciones, sólo me llamó la atención la noticia que estaría de visita el presidente de Francia con su esposa y que tenían la intención de visitar a una joven francesa encarcelada en la ciudad de México por complicidad en un secuestro.


Obsesionado con el asunto de los boletos, los revisé con más cuidado y efectivamente no eran nuevos, tenían el sello de uso en el metro y decía uno, 6 de marzo de 2004 a las 14 58 y el otro la misma fecha una hora después. Me llamó la atención la fecha precisamente el mismo día de hoy, pero cinco años antes. No podía ser. Eran demasiadas coincidencias y un escalofrío de temor me recorrió el cuerpo.




El seis de marzo de 2004 estaba ciertamente en París, recordé, acompañando a un grupo de parroquianos de la tercera edad de la diócesis de Houston, en una devota peregrinación a Lourdes, Roma y Asís, de paso por la ciudad Luz por dos días. No recuerdo haber hecho uso del servicio metropolitano, pues siempre me desplacé con el grupo en el autobús de la gira, pero pudo bien alguien darme los boletos.

El encontrar entre mis pertenencias, boletos de avión, de tren, de espectáculos no sería raro, pues es otra de mis manías, quizá con el afán de prolongar el placer con recuerdo de los lugares visitados, de los espectáculos asistidos. En el cajoncito superior de mi escritorio se acumulan estos recuerdos hasta que ya no caben y los desecho, no sin dolor.


Pero ¿cómo llegaron esos cartoncitos a dormir conmigo esa noche? Repasé los últimos movimientos antes de dormir y recordé que estuve leyendo, ya acostado, Soñar la realidad de Sergio Pitol en un ejemplar que no era mío, sino tomado de la biblioteca a penas hacía dos días. No tengo memoria de haberlos colocado dentro, como en otros casos, y que de ahí hubieran resbalado, sin yo darme cuenta. Apagué la luz y recordé la última escena de lo que había leído, repasé los acontecimientos del día, le di gracias a Dios por todo, cerré los ojos y me quedé dormido.


La memoria, a mi edad, con frecuencia me borra lo inmediatamente anterior, salgo para ir a algún lugar y regreso sin saber a dónde iba o que deseaba. Me olvido del nombre de las cosas, las puedo describir, pero no tengo el concepto adecuado, o bien me viene a la mente en otra lengua. Esto me pudo hacer olvidar mi última estancia en París. Pero la coincidencia de la fecha de este hecho, precisamente después de cinco años exactos, y las circunstancias que lo han acompañado no tiene explicación. No soy afecto a creer en ciertos fenómenos como telepatía, cinesis, premoniciones, etc, pero algo debe haber para que se den.


Via: Javier Martínez Rivera sj

6 de marzo de 2009

Desnudito de la semana Degas, Dos bañistas en el pasto


Dos bañistas en el pasto


Aparente pintor de lo mínimo, con sólo su punto de vista Degas nos maravillaría. Además, está su gran pintura abastecida por intrascendencias.

Edgar Degas (París, 1834 - 1917) fue un pintor y escultor francés. En 1865 algunos de sus trabajos fueron aceptados en el Salón, y gradualmente ganó respeto en el mundo del arte. En 1870, sobre el final de la Guerra Franco-prusiana, Degas se enroló en las tropas. Durante el entrenamiento le diagnosticaron problemas de visión y durante el resto de su vida sus ojos fueron motivo constante de preocupación.

En 1874, ayudó a organizar la primera exhibición impresionista. Degas se convertiría también en un fotógrafo amateur, tanto por placer como para capturar una acción con precisión para su pintura.

En 1874, tras la muerte de su padre se revela que éste había contraído enormes deudas. Para preservar el buen nombre de la familia, Degas se ve forzado a vender su casa y una colección de arte que había heredado. De repente se encuentra dependiente de las ventas de su arte como única fuente de ingresos. Después de varios años su situación financiera mejora, y las ventas de su trabajo artístico le permiten dar rienda suelta a su pasión por coleccionar trabajos de los artistas que admira, grandes maestros como El Greco, modernos cómo Delacroix, y sus contemporáneos Cézanne, Gauguin o Van Gogh.

A medida que los años pasaron Degas se aisló, en parte debido a su creencia de que "un pintor no puede tener vida personal. La controversia del Caso Dreyfus revela sus inclinaciones antisemitas y rompe con sus amigos judíos. Se cree que estuvo trabajando en pastel hasta fines del año 1907, y también que continuó haciendo escultura hasta fines de 1910, aparentemente dejó de trabajar en 1912. Nunca se casó y paso los últimos años de su vida prácticamente ciego vagando por las calles de París.

via: Antilogicas

miércoles, 18 de marzo de 2009

36 imposibles para un libro digital

imagen descriptiva

1. Imprimirle millares de huellas digitales.

2. Forrarlo de papel manila morado.

3. Sacarlo del agua y todavía leerlo.

4. Ocultar fotos viejas entre sus páginas.

5. Abrirlo en una página al azar.

6. Quitarle con lujuria la envoltura de plástico.

7. Llevárselo a una isla desierta.

8. Usar algún separador coqueto.

9. Saber a simple vista si ha sido leído.

10. Promoverlo quemando la primera edición en una plaza pública.

11. Darse el gustazo de comprarlo en pasta dura.

12. Preservar los ahorros a salvo de los ojos de los palurdos.

13. Enviarlo por correo con una carta perfumada dentro.

14. Hacer de su portada seña de identidad.

15. Apilarlo con otros: escultura fugaz.

16. Ensalivar sus hojas, hasta que se deshoje.

17. Guardarlo en una caja, ya deshojado.

18. Pagarse el lujo de reencuadernarlo.

19. Arrancarle algún prólogo infumable.

20. Fumárselo.

21. Leerlo cuasientreabierto, para no maltratarlo.

22. Imprimirle la huella de un beso en la última página.

23. Ahorrar mediante la edición de bolsillo.

24. Camuflarlo bajo la cubierta de un catecismo.

25. Toparse con un cheque sin cobrar dentro de la solapa.

26. Cambalacharlo en una librería de viejo.

27. Despatarrarlo un poco, de los puros nervios.

28. Lanzarlo en llamas a la casa del autor.

29. Envenenar sus hojas con pétalos cautivos.

30. Leerlo durante un baño de burbujas.

31. Olisquear el perfume de su última lectora.

32. Echarlo por la ventana y correr a rescatarlo.

33. Masajear las encías de un cachorro bibliófago.

34. Olvidarlo en un tren y comprarlo otra vez, sin mayor drama.

35. Aplastar a un mosquito impertinente.

36. Inspirar más incisos de esta lista de atavismos.


Via: blog de Javier Velazco